jueves, 8 de noviembre de 2012

METODO LECTURA






Sobre la importancia de la lectura.

 


LEER es una de las funciones más elevadas del cerebro humano. Es además una de las funciones más importantes de la vida, dado que prácticamente todo aprendizaje se basa en la habilidad para leer.
Leer bien ha sido y será siempre garantía de éxito en los estudios y en la vida de cualquier persona. La lectura eficaz es la plataforma imprescindible en la que se apoya el éxito de las personas y una excelente vacuna contra el aburrimiento.
Existe la queja generalizada de maestros y profesores de que los estudiantes entienden poco de lo que leen. Creemos que la introducción del método de lectura de Glenn Doman en edades tempranas favorecerá extraordinariamente la renovación de esta vital actividad pedagógica.

ALGUNAS DE NUESTRAS ACTIVIDADES DE LECTURA:



La increíble historia de Tommy.
Del libro: "Cómo enseñar a leer a su bebé". Glenn Doman
Tommy era el cuarto niño de la familia Lunsky. Los padres no habían tenido una gran educación y habían trabajado mucho para mantener a sus tres hijos normales. En la época en la que Tommy nació, el señor Lunsky tenía su propio bar y les iba mejor.
Sin embargo, Tommy nació con daño cerebral severo. Cuando tenía dos años lo admitieron para hacerle un examen neurológico en un buen hospital en Nueva Jersey. El día en que dieron el alta a Tommy, el jefe de neurocirugía tuvo una conversación sincera con el señor y la señora Lunsky. El doctor les explicó que los estudios mostraban que Tommy era un niño que únicamente tenía vida vegetativa, que nunca caminaría o hablaría y que, por consiguiente, debería ser ingresado en una institución de por vida.
Toda la determinación polaca del señor Lunski reforzó la testarudez norteamericana cuando puso de pie su gran cuerpo, se ajustó su gran cinturón y dijo: «Doctor, está usted completamente confundido. Se trata de nuestro hijo». Los Lunski se pasaron muchos meses buscando a alguien que les dijera que eso no tenía que ser necesariamente así. Todas las respuestas fueron iguales.
Cuando Tommy cumplió tres años, ya habían encontrado al doctor Eugene Spizt, jefe de Neurocirugía del Hospital Infantil de Filadelfia.
Después de hacer minuciosos estudios neuroquirúrgicos, el doctor Spitz les dijo a sus padres que aunque Tommy tenía un daño cerebral severo, quizá se pudiera hacer algo por él en un grupo de instituciones en una zona de las afueras llamada Chesnut Hill.
Tommy llegó a los Institutos para el Logro del Potencial Humano cuando tenía tres años y dos semanas. No podía hablar ni moverse. Su lesión cerebral y los problemas resultantes fueron evaluados en los Institutos. Se le prescribió un tratamiento que reprodujera la pauta de desarrollo de crecimiento normal en niños sanos. Se formó a los padres en cómo llevar a cabo este programa en casa y se les dijo que si lo cumplían escrupulosamente Tommy mejoraría mucho. Debían regresar en sesenta días para una reevaluación y, si Tommy mejoraba, para una revisión del programa.
No había duda que los Lunski seguirían el programa estricto. Lo siguieron religiosamente. 
Cuando regresaron para la segunda visita, Tommy podía gatear.
Ahora los Lunski abordaban el problema con la energía que da el éxito. Estaban tan decididos que cuando su coche se estropeó de camino a Filadelfia para la tercera visita, sencillamente se compraron un coche de segunda mano para atender la cita. No se podían resistir a contarnos que Tommy podía decir ya sus dos primeras palabras, «Papi» y «Mami». Tommy tenía ahora tres años y medio y podía gatear con las manos y las rodillas. Entonces su madre probó algo que sólo una madre intentaría con un niño como Tommy. De la misma manera que  un padre compra un balón de fútbol para su hijito, la madre compró un libro con el abecedario para su hijo de tres años y medio con lesión cerebral severa que sólo decía dos palabras. Tommy, decía ella, era un niño muy brillante, independientemente de que pudiera hablar y caminar. Cualquiera con un poco de sentido común podía verlo simplemente mirándolo a los ojos.
Si bien por aquel entonces nuestros tests de inteligencia para niños con daño cerebral eran mucho más complejos que los de la señora Lunski, su precisión era parecida. Estábamos de acuerdo en que Tommy tenía una buena inteligencia, pero enseñar a leer a un niño de tres años y medio con lesión cerebral severa, eso era otra historia.
Prestamos muy poca atención cuando la señora Lunski nos comentó que Tommy, por entonces ya con cuatro años, podía leer todas las palabras en el libro del abecedario con más facilidad de lo que podía leer las letras. Nosotros estábamos más preocupados y complacidos con su habla, que progresaba de forma constante, así como con su movilidad física.
Cuando Tommy tenía cuatro años y dos meses, su padre nos informó que el niño podía leer un libro que se llamaba Huevos verdes y jamón, del doctor Seuss. Sonreímos educadamente y anotamos lo meritoriamente que el habla y el movimiento de Tommy estaban progresando. Cuando Tommy tenía cuatro años y seis meses, el señor Lunski nos informó que Tommy podía leer todos los libros del doctor Seuss. Anotamos en la ficha que Tommy estaba progresando maravillosamente y que el señor Lunski «decía» que Tommy podía leer.
Cuando Tommy vino para su decimoprimera visita, acababa de cumplir cinco años. Aunque tanto nosotros como el doctor Spitz estábamos encantados con los fabulosos avances de Tommy, nada indicaba que iba a ser un día tan importante para todos los niños. Es decir, nada, excepto el insensato informe de siempre del señor Lunski. Tommy, nos informó el señor Lunski, ahora podía leer cualquier cosa, hasta el Reader's Digest, e incluso podía comprenderlo, pero es que además había empezado a hacerlo antes de cumplir cinco anos.
Nos libramos de tener que comentar esto porque llegó el cocinero con nuestra comida (un zumo de tomate y una hamburguesa). El señor Lunski, dándose cuenta de nuestra falta de respuesta, tomó un trozo de papel de la mesa y escribió: «A Glenn Doman le gusta beber zumo de tomate y comer hamburguesas» .
Tommy, siguiendo las instrucciones de su padre, leyó esto fácilmente y con las entonaciones e inflexiones adecuadas. No vaciló como los niños de siete años, que leen cada palabra por separado sin comprender el sentido de la frase. «Escriba otra frase», dijimos pausadamente. El señor Lunski escribió: «Al papá de Tommy le gusta beber cerveza y whisky. Tiene una barriga grande y gorda barriga de beber cerveza y whisky en la taberna de Tommy».
Tommy sólo había leído las tres primeras palabras en voz alta cuando se empezó a reír. Lo curioso era que la barriga de papá estaba en la cuarta línea, ya que el señor Lunski escribió letras grandes.
Este niño con lesión cerebral severa estaba leyendo en realidad mucho más deprisa de lo que pronunciaba a su velocidad normal de conversación. ¡Tommy no solo estaba leyendo, estaba leyendo deprisa y su comprensión era evidente!. Se nos quedó cara de tontos. Nos giramos hacia el señor Lunski.
«Les he estado diciendo que puede leer», dijo el señor Lunski.
Después de aquel día ninguno de nosotros volvió a ser el mismo, pues esta era la última pieza del puzzle que se había estado encajando durante más de veinte años.
Tommy nos había enseñado que un niño con lesión cerebral severa puede aprender a leer antes de lo que suelen aprender los niños normales.
Tommy, por supuesto, fue inmediatamente sometido a todo tipo de pruebas por un grupo de expertos que vinieron de Washington para este tema la semana siguiente. Tommy -un niño con lesión cerebral severa y cinco años- podía leer mejor que la media de niños normales con el doble de años  y con una comprensión total.
Cuando Tommy tenía seis años caminaba, aunque esto era relativamente nuevo para él, y aún temblaba un poco y leía a nivel de sexto grado (nivel de un niño de once a doce años). Tommy no iba a pasar el resto de su vida en una institución, pero sus padres estaban buscando una escuela «especial» en la que matricular a Tommy el próximo septiembre. Es decir, especialmente alta, no especialmente baja. Afortunadamente, ahora hay algunas escuelas experimentales para niños «superdotados» excepcionales. Tommy ha tenido la dudosa «dote» de una lesión cerebral severa y la indudable dote de unos padres que lo quieren a rabiar y que creyeron que por lo menos un niño no estaba utilizando todo su potencial.
Finalmente, Tommy sirvió de catalizador de veinte años de estudio. Tal vez sería más preciso decir que fue el detonador de una carga explosiva que se había estado fortaleciendo durante veinte años. 
Lo fascinante era que Tommy deseaba leer y que lo disfrutaba tremendamente. Asegura Doman que la verdadera causa por la que los niños pequeños no aprenden a leer es por el tamaño de la letra.
El problema es que hemos hecho la letra demasiado pequeña.
El problema es que hemos hecho la letra demasiado pequeña.
El problema es que hemos hecho la letra demasiado pequeña.

Pueden los niños pequeños aprender a leer?.
Un equipo de pediatras evolucionistas, médicos, educadores, especialistas en la enseñanza de la lectura, ha llegado a una sorprendente información sobre cómo aprenden los niños, qué aprenden y qué pueden llegar a aprender: cuando este equipo había visto leer a muchos niños con lesión cerebral, y leer bien con cuatro o cinco años; era obvio que algo iba mal con lo que estaba sucediendo a los niños  sanos. Glenn Doman, ha creado un método con el que tienen éxito en la lectura todos los niños que lo utilizan. Este método ya se utiliza en muchas guarderías y centros de Educación Infantil, en España y otros países con resultados sorprendentes.
Ya está más que demostrado que:
a. Los niños pequeños quieren aprender a leer.
¿Qué niño no reconoce diferentes leyendas de distintas marcas a la edad de dos o tres años?.
El proceso de aprendizaje en los primeros  años se origina a una velocidad increíble. Un niño pequeño tiene un ardiente e ilimitado deseo por aprender.
b. Los niños pequeños pueden aprender a leer.
Los niños pequeños pueden aprender a leer palabras y párrafos exactamente igual que aprenden a entender las palabras habladas, las frases y los párrafos. Cuando el oído capta, o recoge, una palabra o mensaje hablado, este mensaje auditivo se rompe en una serie de impulsos electroquímicos que son enviados al área auditiva del cerebro, que los descodifica y comprende en lo que se refiere al significado que la palabra intentaba transmitir. De la misma manera, cuando el ojo capta una palabra o  mensaje escrito, este mensaje visual se rompe en una serie de impulsos electroquímicos que son enviados al área visual del cerebro donde se descodifican y se comprenden como lectura. Es un instrumento mágico el cerebro. Funciona igual en lo auditivo que en lo visual.
c. Los niños pequeños están aprendiendo a leer.
El proceso de comprensión del lenguaje oral y del escrito es exactamente el mismo, por tanto hay que romper los esquemas tradicionales sobre  que la lectura es sólo posible a partir, como mínimo, de los cinco o seis años. Es innumerable la cantidad de centros educativos en donde los niños están aprendiendo a leer con este método, en su mayoría Centros Privados o Concertados.
Nuestro deseo es dar a conocer el método (gracias a este programa, que facilita su aplicación) para que llegue a todos los Centros Públicos, y también a los Concertados o Privados, e igualmente a aquellos padres que deseen enseñar a leer  a sus hijos desde los primeros años.
d. Los niños pequeños deberían aprender a leer.
Es infinitamente más sencillo enseñar a leer a un niño a los tres años (o incluso antes) de lo que será a cualquier otra edad posterior. Eso sí, no lo intentes con métodos tradicionales (silábicos, onomatopéyicos, fonéticos, etc.), el niño se aburriría de manera sorprendente; en cambio, el método que tienes en tus manos es eficaz para el aprendizaje de la lectura en edades tempranas.

Este Método de Lectura aplicado a la escuela es eficaz.


El MÉTODO DE LECTURA GLENN DOMAN para  el desarrollo precoz de la Enseñanza de la Lectura funciona. Cada vez son más los centros escolares que se interesan por él ya que produce óptimos resultados en todas partes y entre niños de cualquier condición.
Para que el método funcione es imprescindible conocer muy bien los principios en los que se fundamenta y el procedimiento correcto para aplicarlo. Si inicialmente no obtienes los resultados apetecidos, no desesperes, plantéate si lo estás aplicando correctamente y modifica lo necesario hasta conseguir resultados adecuados.
Aunque comentaremos sobre los principios y fundamentación. A aquellas maestras, maestros o madres que deseen aplicarlo con rigor, les recomendamos la lectura de estos dos libros en los que nos hemos documentado para la realización del programa, y a cuyos autores agradecemos sus aportaciones:
Cómo enseñar a leer a su bebé. Glenn Doman. Ed. EDAF.
Leer bien al alcance de todos. El método Doman aplicado a la escuela. Víctor Estalayo y Rosario Vega. Ed. Biblioteca Nueva.
Principios y fundamentación.
NUNCA HA EXISTIDO, en la historia de la humanidad, un científico que haya sido la mitad de curioso que cualquier niño que tenga una edad entre dieciocho meses y cuatro o cinco años, pero hemos confundido esta extraordinaria curiosidad por todo con una falta de habilidad para concentrarse. Hemos observado a nuestros niños cuidadosamente, pero no siempre hemos comprendido lo que significan sus acciones.
Un niño comienza a aprender justo después de nacer. Para cuando tiene seis años y empieza el aprendizaje de la lectura, ya ha absorbido una ingente cantidad de información, quizá más de la que aprenderá el resto de su vida. Con  seis años ha aprendido la información básica sobre sí mismo y su familia, sus vecinos y sus relaciones con ellos, su mundo y su relación con él, y un sinfín más de hechos que son literalmente incontables. Y lo más significativo, habrá aprendido un idioma completo y a veces dos, tres o incluso más. El proceso de aprendizaje en los primeros años se origina a una velocidad increíble. Un niño pequeño tiene un ardiente e ilimitado deseo por aprender.
Si observamos atentamente a un niño pequeño. En primer lugar, vuelve loco a todo el mundo. ¿Por qué?. Porque su curiosidad no descansa. No le puedes disuadir, disciplinar o confinar su deseo por aprender, aunque te lo propongas, y verdaderamente lo hemos intentado.
Quiere aprender cosas acerca de la lámpara, la taza de café, el enchufe y el periódico y todo lo que hay en la habitación, lo que significa que golpeará la lámpara, tirará la taza de café, pondrá sus dedos en el enchufe y romperá el periódico. Está aprendiendo constantemente y, lógicamente, no podemos soportarlo. Hemos decidido que es hiperactivo o incapaz de prestar atención, cuando lo que realmente sucede es que presta atención a todo. Está pendiente de todo con los cinco sentidos para aprender sobre el mundo que lo rodea. Ve, oye, siente, huele y saborea. No hay otra forma de aprender que a través de estas cinco rutas hacia el cerebro, y el niño las usa todas. Si utilizando su ruta visual  ofrecemos al niño la posibilidad  de visualizar palabras, eso sí, de gran tamaño, estará aprendiendo a leer, y con muy pocas repeticiones (entre 10 y 15) reconocerá cada palabra aprendida, de la misma forma que cuando escucha una palabra la reproduce oralmente.
Los estímulos visuales son mucho más fácilmente retenidos pues son estables, pueden ser siempre de la misma calidad, se repiten de manera idéntica todas la veces que quieras y la vía visual no pierde la capacidad de procesarlos fielmente durante todos los años de escolaridad. En cambio los estímulos auditivos, como las palabras, son etéreos -la vibración se pierde en segundos, se mezclan con otros sonidos ambientales, son diferentes dependiendo de la persona que procedan, y a medida de que los niños se alejan de la infancia la percepción codificación y descodificación de nuevos fonemas disminuye.
Aprender a leer es tan fácil como aprender a hablar.
El cerebro humano es singular, y se puede decir de él que es el único contenedor que es capaz de recoger más cuanto más le echas.
En  los cuatro  o cinco primeros años la habilidad para absorber información es inigualable y el deseo de hacerlo es mayor de lo que jamás será después. Aprender también es el juego más fabuloso de la vida, y el más divertido.
Hemos asumido que los niños odian aprender básicamente porque a la mayoría de ellos no les ha gustado el colegio, o incluso lo han despreciado. Hemos confundido el colegio con aprender. El proceso de aprendizaje debería ser prioritariamente divertido, ya que es el más fabuloso juego de la vida.
Los ojos ven pero no comprenden lo que ven, y los oídos oyen pero no comprenden lo que oyen. Sólo el cerebro comprende.
Cuando el oído capta, o recoge, una palabra o mensaje hablado, este mensaje auditivo se rompe en una serie de impulsos electroquímicos que son enviados al área auditiva del cerebro, que los descodifica y comprende en lo que se refiere al significado que la palabra intentaba transmitir.
De la misma manera, cuando el ojo capta una palabra o  mensaje escrito, este mensaje visual se rompe en una serie de impulsos electroquímicos que son enviados al área visual del cerebro donde se descodifican y se comprenden como lectura. Es un instrumento mágico el cerebro.
Tanto la vía visual como la auditiva viajan a través del cerebro donde ambos mensajes se interpretan por el mismo proceso cerebral.
Sólo hay seis funciones neurológicas que son exclusivas en el hombre. Estas habilidades exclusivamente humanas están presentes y en funcionamiento alrededor de los primeros ocho años. Vale la pena conocerlas:
1. Sólo el hombre es capaz de caminar completamente erguido.
2. Sólo el hombre habla en lenguaje abstracto, simbólico y figurativo.
3. Sólo el hombre es capaz de combinar su capacidad manual única con las habilidades motoras para escribir su lenguaje.
Las primeras tres habilidades en la lista son de naturaleza motora (expresivas) y están basadas en las tres restantes, que son de naturaleza sensorial (receptivas).
4. Sólo el hombre comprende el lenguaje abstracto, simbólico y figurativo que oye.
5. Sólo el hombre sabe identificar un objeto únicamente a través del tacto.
6. Sólo el hombre ve de una manera que lo capacita para leer el lenguaje abstracto cuando está en forma escrita.
Un niño de ocho años es capaz de realizar todas estas funciones, ya que camina, habla, escribe, lee, comprende el lenguaje oral e identifica objetos a través del tacto.
Como la vida futura del hombre depende de esas seis funciones que se desarrollan durante los primeros ocho años, vamos a describir las diferentes fases que existen durante ese periodo de modelado en la vida.
El periodo desde el nacimiento hasta un año.
En este período es cierto que nos preocupamos porque esté limpio, calentito y bien alimentado, pero también es verdad que restringimos seriamente su crecimiento neurológico. El bebé debería tener oportunidades casi ilimitadas de movimiento para la exploración física y la experimentación. Nuestra cultura y sociedad actual normalmente se lo niega. Lo que el niño sea de adulto, en términos de habilidad física y neurológica, está determinado con mayor fuerza durante este periodo más que en cualquier otro.
El periodo de uno a cinco años.
Durante este periodo de la vida lo amamos, nos aseguramos que no se lastime, lo colmamos de juguetes y lo llevamos a la guardería y/o al colegio. Y, de forma inconsciente, lo hacemos muy bien para impedir el aprendizaje. Lo que debería suceder durante estos años decisivos es que satisficiéramos su tremenda sed de materia prima de la que él quiere beber de todas las formas posibles, pero especialmente en lo que se refiere al lenguaje, tanto si es hablado, oído, escrito o leído.
Es en este periodo de la vida cuando el niño debería aprender a leer, abriendo así para él la puerta del preciado tesoro de todo lo que el hombre ha escrito a lo largo de la historia, la totalidad del conocimiento humano.
Es durante estos años -que no volverán- de insaciable curiosidad, cuando se estampa el sello intelectual del niño. Aquello que el niño pueda ser, los intereses que tendrá, cuáles serán sus capacidades, quedará determinado en estos años. Aprender durante este periodo de la vida es de obligada necesidad, y si lo impedimos, estamos yendo contra la naturaleza. Es una necesidad para la supervivencia.
La supervivencia en el mundo de las personas depende de la habilidad para comunicarse, y el lenguaje es la herramienta de comunicación.
La necesidad de aprender durante este periodo de la vida es, para el niño, una necesidad vital. ¿No es maravilloso que la sabia Naturaleza haya hecho que al niño le encante aprender?.
Este es, pues, el periodo en la vida en el que el cerebro del niño es una puerta abierta a toda la información sin hacer un esfuerzo consciente de ningún tipo. Este es el periodo de la vida en el que puede aprender a leer de forma sencilla y natural. Se le debería ofrecer la oportunidad de hacerlo.
El periodo de cinco a ocho.
Este periodo de la vida es muy importante para toda la vida del niño. Es prácticamente el final de sus días formativos, plásticos y moldeables.
Hasta hace poco era esta la edad en la que el  niño comenzaba la escolaridad, y suponía una separación brutal y traumática de la familia, y de este modo, desde el principio el niño asociaba  el aprender, en el mejor de los casos, con una vaga felicidad. Difícilmente puede ser este un buen comienzo para el trabajo más importante en la vida.
¿No sería mucho mejor para el alumno, el profesor y el mundo entero si, cuando llegara el primer día de colegio, el nuevo alumno ya estuviese enamorado de la alegría por aprender?.
Gran  cantidad de niños han disfrutado ya de esta nueva oportunidad. No hay duda de que la influencia de estos niños avanzados en el mundo sólo puede ser para mejor.
El recién nacido es casi la copia exacta de un ordenador vacío, aunque superior a ese ordenador en casi todos los aspectos. Un ordenador vacío es capaz de recibir una gran cantidad de información fácilmente y sin esfuerzo. Un niño pequeño también. Un ordenador es capaz de clasificar y archivar esa información. Un niño pequeño también. Un ordenador es capaz de almacenar esa información de forma temporal o permanente. Un niño pequeño también.
No se puede esperar que un ordenador te dé las respuestas precisas hasta que no le hayas introducido la información necesaria para que responda a esa pregunta. El ordenador no puede hacer eso y un niño pequeño tampoco.
Cuando hayas introducido suficiente información en el ordenador, recibirás de la máquina respuestas correctas e incluso razonamientos. De la misma forma que puedes recibirlas de un niño.
La máquina aceptará toda la información que introduzcas, tanto si es correcta como si no lo es. Un niño pequeño también.
La máquina no rechazará ninguna información que introduzcas de forma correcta. Un niño pequeño tampoco.
Si has introducido información incorrecta en la máquina, las respuestas futuras basadas en este material serán incorrectas. Las de un niño pequeño también. Hasta aquí los paralelismos.
Si introduces información incorrecta en el ordenador, este puede ser vaciado y reprogramado.
Pero esto no es verdad en un niño. La información básica presente en la memoria permanente del cerebro de un niño tiene dos limitaciones. La primera es que si pones información equivocada en su cerebro durante los primeros ocho años de vida, es extremadamente difícil borrarla. La segunda limitación es que si tiene más de ocho años, absorberá el nuevo material lentamente y con creciente dificultad.
Lo que entre en el cerebro durante los primeros ocho años de vida probablemente se quedará ahí para siempre. Por lo tanto, deberíamos hacer lo imposible para asegurarnos que lo que entra es bueno y correcto.
Es verdaderamente sorprendente que hayamos tardado tantos años en darnos cuenta de que cuanto más temprano aprende un niño a leer, más fácilmente y mejor leerá.
Conocemos  la fabulosa habilidad del niño para aprender el lenguaje oral, pues bien, está demostrado que el proceso de comprensión del lenguaje oral y del escrito es exactamente el mismo, por tanto hay que romper los esquemas tradicionales sobre  que la lectura es sólo posible a partir de los cinco o seis años.
En Yale, el doctor O.K. Moore ha llevado a cabo una extensa investigación sobre cómo enseñar a leer a los niños preescolares. Descubrió que es más fácil enseñar a un niño de tres años que a un niño de cuatro, a uno de cuatro más fácil que a uno de cinco, a uno de cinco más fácil que a uno de seis.
Sin embargo, ¿cuántas veces hemos oído decir que los niños no pueden aprender a leer hasta que tienen seis años, y que no deberían antes?.
Hace más de medio siglo María Montessori se interesó por el tremendamente apartado grupo de niños a los que de forma fácil clasificaron como «retrasados.» Montessori decidió, a lo largo de los años, que a estos niños se les debería enseñar a través de los sentidos y empezar a enseñarles a través de los medios visuales, auditivos y táctiles. Sus resultados fueron tan gratificantes que algunos de sus «retrasados» empezaron a rendir tan bien como los niños normales. Como resultado de esto, la doctora Montessori llegó a la conclusión que los niños sanos no estaban rindiendo ni siquiera a un pequeño porcentaje de lo que su potencial puede desarrollar y que se les debería dar la oportunidad de hacerlo.
En las escuelas Montessori siempre te encuentras grupos de niños encantados, felices y bien adaptados, que están aprendiendo a leer y a realizar otras tareas que hasta el día de hoy se han considerado avanzadas para los niños preescolares.
Que los niños menores de cinco años están aprendiendo a leer es algo que no se debería discutir. Es un hecho. La única pregunta radica en ver que es lo que vamos a hacer al respecto para que todos los niños puedan leer a esa edad.
La aplicación interactiva para desarrollar la estimulación precoz en la Enseñanza de la Lectura basada en el método de lectura “Glenn Doman”,  facilitará que esto ocurra.
Ya hemos dicho que los niños pequeños deberían aprender a leer. El cerebro no debería pasar más hambre que el estómago. La educación debería empezar en un ambiente interesante. La persona a quien la información se le presenta en forma de actividades pesadas y de amenazas de castigo no es probable que siga estudiando al cabo de los años, mientras que a quienes se les presenta de forma natural, en los momentos adecuados, es probable que continúen a lo largo de su vida ese proceso de autoaprendizaje que empezaron en la infancia y juventud.
Algunas de las razones por las que los niños deberían aprender a leer cuando son muy pequeños son estas:
a) La hiperactividad del niño de dos y tres años es, en realidad, el resultado de una inagotable sed de aprendizaje. Si se le brinda la oportunidad de saciar esa sed, al menos durante un poco de tiempo, será muchísimo menos hiperactivo.
b) La habilidad del niño para absorber información a los dos y tres años nunca será igual otra vez.
c) Es infinitamente más sencillo enseñar a leer a un niño a esta edad de lo que será a cualquier otra con posterioridad.
d) Los niños a quienes se ha enseñado a leer a una edad temprana asimilan una mayor cantidad de información que aquellos cuyos intentos por aprender fueron frustrados.
e) Los niños que aprenden a leer cuando son pequeños tienden a comprender mejor que los jóvenes que no aprendieron.
j) Los niños que aprenden a leer cuando son muy pequeños tienden a leer mucho más rápidamente y comprenden mucho mejor que los niños que no aprenden a esa edad. Esto sucede porque los niños pequeños se atemorizan mucho menos por la lectura y no la consideran una «asignatura» llena de temerosas abstracciones; los pequeños lo ven como algo fascinante en un  mundo repleto de cosas fascinantes que aprender.
¿Quiénes tienen problemas, los niños pequeños que leen o los que no leen?.
En la actualidad muchos expertos y madres han llegado a creerse cosas simplemente porque se las han repetido con insistencia. Intentaremos tratar seriamente estas afirmaciones comunes, que son mitos de alguna manera.
1. El mito: Los niños que leen demasiado pronto tendrán problemas de aprendizaje.
La realidad: En la mayoría de los casos, la verdad es precisamente lo contrario.
2. El mito: El niño que lee demasiado pronto creará problemas en el primer curso.
La realidad: Este no es enteramente un mito, pues, en parte es verdad. Causará problemas al principio. No para él, sino para el profesor. Y como se entiende que los colegios están ahí para el beneficio del alumno y no para el del profesor, será necesario que el profesor se ejercite un poquito en resolver su problema. A diario, miles de buenos profesores están haciendo justamente eso, sin problema. Son los pocos profesores que no quieren hacer ese esfuerzo los responsables de que esta queja siga circulando.
La mayoría de los  profesores de primero muy sencillamente están dando al niño libros para que lea por su cuenta mientras esforzadamente explica el abecedario a sus compañeros. Los buenos profesores tienen buenas estrategias para tratar este «problema». El problema más difícil para él, y el que más tiempo le quita, es el niño al que no puede enseñar a leer.
3. El mito: El niño que aprende a leer demasiado temprano se aburrirá en el primer curso.
La realidad: Este es el miedo que se apodera de la gran mayoría de las madres es sensato. La respuesta a esto es que sí, hay una buena probabilidad de que se aburra en el primer curso casi de la misma manera que cualquier otro niño de primero que no supiera leer.
4. El mito: El niño que lee demasiado temprano tendrá un problema de lectura.
La realidad: Puede que sí, pero la probabilidad de tenerlo será mucho menor que si aprende a leer a la edad usual. Los niños que saben leer no tienen problemas de lectura. Aquellos que no saben leer tienen los problemas. En realidad, son los niños que no leen  el mayor problema que se presenta en nuestros colegios.
Resumen: Los fundamentos de una buena enseñanza
1. Empieza tan pronto como puedas.
2. Siéntete contento a todas horas.
3. Respeta a tu alumno/a.
4. Enseña sólo cuando tu alumno y tú estéis contentos.
5. Para antes de lo que el niño quiere.
6. Sigue el programa de forma constante y sistemática.

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